Problemas sociales (Barcelona vs Suecia)

En los últimos años (a partir de los 1990s) hubieron gran cantidad de movimientos bélicos tanto en Europa como en el resto del mundo (i.e., África). Por otro lado, también se fue consolidando la Unión Europea, con la consiguiente apertura de fronteras internas. Con el paso de los años se fueron incorporando países de diversa índole (i.e., Rumanía, Serbia, Croacia, ...), cada cuál con su historia y sus idiosincrasias y problemas internos. Algunos de estos países acababan de salir de una guerra civil, otros tenían problemas económicos, etc. Todo esto fomentó movimientos de personas hacia economías más prósperas por un interés de mejorar económicamente o buscando nuevas oportunidades. En algunos casos huyendo de la pobreza, en otros huyendo de la justícia. Por otro lado, las guerras originadas por EEUU en África (i.e., Irak) y la posterior explosión del conflicto con la primavera árabe generó multitud de desplazados que necesitaron acogida. En esta época Europa se encontraba en pleno crecimiento, con el objetivo de generar una economía capaz de hacer frente a otras grandes economías (i.e., EEUU), o al menos no verse arrollada por estas o las nuevas economías emergentes (i.e., China o India). Las políticas socialistas se fueron imponiendo: mejores sistemas sanitarios, jubilaciones, seguridad económica y ayudas al desempleo. Todo esto era fácil de vender al público y poco a poco se fue extendiendo a la mayoría de integrantes de la UE. Se fue propiciando el crecimiento de la deuda pública en el afán de seguir creciendo, hubieron algunas crisis y burbujas (2008 la crisis inmobiliaria, Grecia y su bancarrota técnica...). La población iba envejeciendo, la calidad de vida iba mejorando, los puestos de trabajo menos valorados se iban viendo con la necesidad de mano de obra barata y se potenció la immigración de zonas y países con menor poder adquisitivo. Las mafias aprovecharon esto como una oportunidad de hacer negocio, cobrando a gente por escapar de zonas de conflicto, creando rutas alternativas para todo aquél que quisiera ir a Europa por un motivo u otro. En todo este flujo de personas había gente de toda índole, pero con una constante remarcable: diferencias culturales notorias con respecto a los países de acogida (i.e., Europa). El choque cultural no se nota inicialmente, puesto que se diluye en un entorno cultural más o menos homogéneo, pero a medida que va creciendo la cantidad de gente que no comparte valores y costumbres se va generando una masa cada vez mayor. Esta masa ya no tiene la misma presión por integrarse, ya que se forman ghetos dónde los diferentes grupos sociales se agrupan por intereses comunes, religión y costumbres. Los latinos en un barrio, dónde se genera una economía interna con productos de latinoamérica y gastronomía, bares y discotecas. Los árabes y musulmanes en general terminan en otra zona, con una economía interna diferente, muy orientada a servicios como supermercados 24h, electrónica y carnicerías Halal. Otros grupos van haciendo lo propio y al final se va segmentando la población que pasa de ser un grupo bastante homogéneo tanto en intereses como en costumbres. En lugar de diluirse en el constructo social existente y ocupar esos puestos para los que se buscaba la inmigración, se terminan generando nuevas dinámicas económicas, muchas de ellas por fuera de la economía del sistema. El pretendido aumento de flujo por la vía de impuestos de esos nuevos trabajadores cotizando en puestos que no se podían ocupar, termina en buena parte en economía sumergida (i.e., préstamos fuera de cuenta, como es el caso de las mafias o de las mismas comunidades). Negocios que no cotizan ni pagan impuestos, ya que en estas comunidades prima más el precio económico que la seguridad supuesta por una factura con su garantía. En resumen, los impuestos generados por esas nuevas masas sociales no crecen en la medida esperada, a la vez que generan un gasto por parte del sistema de garantías sociales (i.e., seguridad social para toda la família desde el momento en el que entran en la sociedad, ayudas al desempleo, ayudas para educación y manutención, etc). Todo esto con la expectativa de que esas nuevas generaciones de niños que se espera que generen estas nuevas masas de menor clase social terminen integrándose y sumándose al sistema establecido. En ocasiones, esta integración tiene lugar de forma natural, pero en tantas otras surgen problemas de diversa índole. Las diferencias culturales, tanto de religión como de costumbres, de interés por el trabajo, la cultura del esfuerzo, la figura de la mujer y una infinidad de diferencias que se pueden ver con tan sólo observar. Cómo ejemplos podemos analizar a vista de pájaro Barcelona o Suecia, que son dos ciudades de las que tengo acceso a información en primera o segunda persona. En Barcelona, el barrio del Raval siempre ha sido una zona de entrada de inmigrantes, que ha ido pasando de origen nacional décadas atrás, a un origen mayoritariamente árabe o musulman. La densidad de población autóctona es cada vez más reducida y, si bien la seguridad ha mejorado gracias a la creacion de varias comisarías de policía, el entorno dista mucho de ser cohesionado. En Pueblo Seco, un barrio de origen humilde y población mayormente local, se ha convertido en una zona de recreo que ha atraído a turistas y población local por igual, siempre buscando oferta de ocio. Esta massa de población ociosa genera una economía basada en el alcohol y las drogas, que se traduce en locales de consumo de marihuana a razón de 2 o 3 por cada isla, inmigrantes de origen mayormente paquistaní vendiendo comida, bebida (y drogas) por la calle y conflictos entre mafias que pretenden explotar este pastel. Se ha generado un negocio con los locales ocupados (como en el resto de España, pero en Barcelona es particularmente grave) en el que mafias de origen diverso se reparten las diversas funciones: unos buscan los locales, otros los abren, otros buscan a familias con hijos para ocuparlos inicialmente y que no se puedan desalojar de forma legal, etc.